Publicado: 05/04/2010 - Actualizado: 30/09/2018
Autor: Josep Masdeu
En un principio, el hombre se alimentaba de los animales que podía cazar o de las especies vegetales que crecían en su entorno más inmediato. Posteriormente se idearon técnicas para cultivar ciertas plantas. Cuando los primeros seres humanos decidieron establecerse y cultivar sus alimentos, en lugar de vagar para encontrarlos, nacieron la agricultura y la civilización.
Con el tiempo, los métodos se han vuelto más sofisticados, pero todos los intentos por mejorar los cultivos de alimentos han dependido del enfoque popular de la naturaleza hacia la producción. Las aves y abejas aún permiten a los reproductores cruzar cultivos con sus parientes silvestres. La reproducción de híbridos desarrolla características deseables, tales como un sabor más agradable, un color más intenso y mayor resistencia a ciertas enfermedades vegetales.
Contenidos
Función de los Transgénicos
Los llamados “alimentos genéticos«, fueron desarrollados a partir de la idea básica de que serían capaces de:
Incrementar la resistencia vital orgánica y la vida media de muchas especies vegetales (por ejemplo: evitar la descomposición relativamente rápida de los tomates).
Alterar la composición de ciertos cultivos (soja y maíz).
Transformar a variadas especies de legumbres en variedades resistentes a los pesticidas (cereales, patatas…).
Permitir el uso más extensivo e intensivo de los pesticidas habituales en los cultivos de la soja, el algodón, los cereales, etc.
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Incrementar la fertilidad de los animales de granja alimentados con colza como especie forrajera.
Estos son tan solo algunos de los objetivos prácticos que sustentan desde la óptica de la ciencia agropecuaria, el uso abusivo de las técnicas de bioingeniería y de manipulación genética.
Pero los problemas de salud asociados con la genética de los alimentos, incluyen entre los más frecuentes: las alergias y variados efectos tóxicos.
Alimentos Transgénicos
Las patatas resultantes de la genética (patatas Russet) contienen un pesticida genéticamente diseñado en su interior (por eso no requieren del uso de pesticidas en su cultivo). Por consiguiente, quienes consumen ese tipo de patata están consumiendo al mismo tiempo el pesticida.
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El tofu, la leche de soja, los batidos a base de proteínas de soja, las papillas para bebés a base de soja, etc., contienen soja transgénica, a menos que las etiquetas digan lo contrario.
En USA, el Nutrasweet utilizado en gaseosas, jugos de dieta y otros productos dietéticos, el aceite de algodón, el cuajo del queso y ciertos vegetales entre muchos otros productos, están elaborados en base a materias primas procedentes de la manipulación genética.
Cuando en la etiqueta de cualquier aceite dice “aceite vegetal”, seguro que contiene una proporción variable de aceite de colza (procedente por lo general de la ingeniería genética) y está demostrado que ese aceite no es seguro para la salud. Siempre es conveniente recurrir al aceite de oliva, pues no existe ninguno que responda a la manipulación genética.
El aceite de maíz, la maicena y los derivados del maíz son elaborados en base a granos diseñados por ingeniería genética. La lista de alimentos modificados genéticamente crece día a día, como también aumentan paralelamente los reportes acerca de los probables trastornos derivados del consumo de estos productos.
Problemas de salud relacionados con los Transgénicos
Entre los trastornos más frecuentes atribuibles a este tipo de productos, puedo por ahora enumerar:
1) Los granos de soja, que en Gran Bretaña fueron retirados de la venta a causa de la alta incidencia de reacciones alérgicas intensísimas que produjeron. Lo que se desconoce aún es el tipo de efectos a largo plazo que pudieran acarrear.
2) En 1989, un alimento suplementado con triptófano genéticamente modificado, produjo 37 muertes y dejó con graves secuelas a otras 1500 consumidores. Se escribieron cientos de artículos científicos respecto a este desastre.
Cuando se efectúa una modificación en el ADN, y se le inserta un gen extraño a esa especie en una secuencia particular, ese gen puede influir sobre otros genes, y desencadenar una verdadera cadena de transformaciones genéticas dentro de las células del organismo del consumidor. Al menos eso es lo que la ciencia médica está tratando de confirmar o refutar. Hasta tanto se obtengan conclusiones firmes, se debería desconfiar de los efectos a largo plazo de este tipo de consumo.
3) El 90 % de los productos transgénicos del mercado son resistentes a los herbicidas, lo que significa que admiten el uso de mayor cantidad de químicos en el medio ambiente, y que resisten mucho más el ataque de los insectos.
Cada célula de esos vegetales manipulados genéticamente, contienen una toxina diseñada genéticamente para actuar como insecticida, la cual al ser ingerida por algún insecto parásito de ese cultivo, lo envenena y mata, pero también mata a otros insectos que no son habitualmente dañinos para los cultivos, y ni que hablar de lo que hipotéticamente pueden hacer a quienes consumimos esos productos.
En un estudio publicado en el Journal of the American Cancer Society (Marzo 15, 1999) se concluye que la exposición al consumo del grano de Soja (que son capaces de sobrevivir a masivas dosis del herbicida, uno de los más usados del planeta), incrementa el riesgo de padecer un Linfoma No-Hodgkin.
La Biotecnología
Estas nuevas técnicas auguran posibilidades reales de optimizar la producción de alimentos. El método mencionado en el caso de los tomates cosechados para el consumo directo, sin necesidad de que maduren artificialmente en cámaras, se está aplicando al cultivo de melones y otras frutas de mejor sabor, y a flores recién cortadas, cuya duración se prolonga. Más concretamente, la biotecnología influirá positivamente en los siguientes aspectos:
- Mejor calidad de los granos en semilla.
- Mayores niveles de proteínas en los cultivos de forrajes.
- Tolerancia a sequías e inundaciones
- Tolerancia a sales y metales.
- Tolerancia al frío y al calor.
Mientras tanto, en Francia, por ejemplo, se va a frenar el cultivo de transgénicos, y a pesar de que las organizaciones ecologistas se han mostrado en contra de su uso, en el último año España ha aumentado la superficie cultivada en un 40%.
Se desconoce cómo puede repercutir esta liberación y acumulación de toxinas insecticidas en la comunidad de organismos vivos presente en los suelos, en su biodiversidad y en sus funciones ecológicas. Sin embargo el volumen de insecticidas que penetrarían en los suelos en un cultivo transgénico excedería con mucho el existente en la naturaleza (incluso suponiendo el uso puntual de preparaciones para control orgánico de plagas).
La ecología de la comunidad biótica de los suelos y sus interacciones con las plantas es todavía poco conocida. Apenas conocemos las funciones de muchos de los microorganismos que habitan el sustrato superior de nuestros suelos, pero es sabida la importancia de una presencia equilibrada de poblaciones de determinadas bacterias, hongos, nematodos para mantener y mejorar la fertilidad de los suelos y la salud y el rendimiento de los cultivos. Esta comunidad viva tiene mayor importancia, si cabe, en climas áridos y en regiones con suelos pobres y de gran fragilidad, como es la mayoría del territorio español. Los efectos de la acumulación de la toxina Bt y la posible evolución de resistencias a este insecticida en organismos del suelo pudiera dar lugar a desequilibrios ecológicos importantes, que afectarían gravemente a la fertilidad de los suelos.
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