Publicado: 28/03/2010 - Actualizado: 21/09/2017
Autor: Josep Masdeu
Hoy en día, nuestra vida está llena de tensiones, problemas y asuntos que resolver. Parece como si nadie se diera cuenta de esa infinidad de asuntos que nos cargan de responsabilidad. Y también parece imposible que entre tantas preocupaciones y contratiempos, podamos conservar la serenidad para resolver y sacar adelante estos asuntos sin caer en la desesperación, evitando afectar a los que tenemos a nuestro alrededor con nuestra impaciencia.
El valor de la serenidad nos hace mantener un estado de ánimo tranquilo y sosegado aún en las situaciones más adversas, encontrando soluciones a través de una reflexión exhaustiva para poder ser realistas a la hora de valorar los problemas y afrontarlos de la mejor manera posible.
Es fácil caer en la desesperación cuando nos vemos sobrepasados por las dificultades y nos sentimos tristes e irritables, como si no fuéramos capaces de superar ese momento. Parece que la serenidad solo pudiera aplicarse a aquellas personas aparentemente con problemas menores; pero la importancia radica en la manera de afrontarlos.
Valorando a la Serenidad
Para ser conscientes del valor de la serenidad hemos de analizar detenidamente por qué no la podemos alcanzar adecuadamente.
- No podemos abandonar nuestras ocupaciones habituales y huir o retirarnos a analizar detenidamente para reflexionar sobre lo que nos aqueja. Tampoco debemos dejarnos arrastrar por la tristeza o desesperación, rehuir de los problemas o esperar que alguien los resuelva por nosotros.
- Ante la presencia de cualquier problema o dificultad, todo nos parece más difícil e incluso parece que estos se multiplican por doquier.
- Buscamos desesperadamente una solución rápida, y cuando no llega nos irrita aún más. Lo que deberíamos hacer es serenarnos un poco para intentar analizar un poco fríamente la situación o incluso buscar consejo.
- En estado emocional tenso nuestra mente a veces se bloquea y damos vueltas a los mismos pensamientos como si de un círculo se tratara cuando deberíamos romper esa inercia para aflojar la tensión y entrar en una reflexión más calmada.
La serenidad no la conseguimos solo con desearla. Qué más quisiéramos para estar en un estado siempre óptimo de bienestar. Normalmente las personas actuamos por impulsos; esto a veces frena que podamos darnos cuenta de manera objetiva del abasto de problemas que nos ocurren.
Fomentemos la Serenidad interior
Es importante para generar nuestra serenidad interior unas pocas ideas básicas:
- No nos encerremos en nosotros mismos, convirtiéndonos en un búnker inexpugnable, busquemos apoyo en personas de nuestro alrededor que nos merezcan confianza. Esto nos dará fuerza interior para entender mejor lo que nos pasa.
- Aunque pueda parecer difícil, concentrarse en una labor o actividad hará que distraigamos la atención de un problema en concreto y nos abrirá el campo para una más amplia reflexión y un análisis calmado.
- Dejémonos influir por la alegría y actividad de los que nos rodean, ellos reconocen cuando no estamos en nuestro mejor momento al igual que nos pasa con ellos cuando están decaídos o desanimados. No descarguemos nuestros enfados con ellos.
- Cuidemos de manera efectiva y equilibrada nuestra alimentación, nuestro cuerpo físico y, por supuesto, nuestra mente. Estos nos hará estar más despiertos y activos, ayudándonos en la mejor toma de decisiones.
Todos nos hemos dado cuenta alguna vez que cuando conseguimos distraernos del problema, cuando volvemos a ser conscientes del mismo nuestro punto de vista respecto a él ha cambiado y nuestro pensamiento y poder de decisión ha mejorado.
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La serenidad nos hace más dueños de nuestras emociones para que podamos afrontar mejor la adversidad, tanto personalmente como en la relación con nuestros semejantes, sin que esta nos afecte tan directamente.
Espero, como siempre, vuestros comentarios y cómo no, no tienen por qué ser coincidentes con mi opinión; en la divergencia está la riqueza.
JOSEP MASDEU BRUFAL
Naturópata
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