Publicado: 05/05/2013 - Actualizado: 05/05/2013
Autor: Josep Masdeu
El olfato es un sentido necesario, aunque no tanto como lo fue antaño cuando nuestra supervivencia muchas veces dependía de nuestra habilidad olfativa. Hoy en día, aunque hemos perdido mucho de nuestro instinto olfativo, diferenciamos millones de olores diferentes y más de mil genes de nuestro ADN se encargan de este trabajo.
Nuestro olfato ya desde nuestra más tierna infancia, nos ayuda a identificar a nuestros padres, también nos ayudará para descubrir un buen guiso o nos avisará si un alimento se ha estropeado o nos ayudará a elegir pareja.
En nuestra nariz, hay 3 cornetes nasales en cada fosa nasal. Estos están rodeados por la pituitaria, que es una membrana que calienta el aire antes de que llegue a nuestros pulmones y también humedece y protege las paredes nasales con secreciones que a su vez son segregadas por los senos nasales.
La pituitaria contiene cilios, que contienen receptores olfativos.
No sabemos con exactitud cuántos receptores olfativos tenemos. Estos receptores acumulan las sustancias químicas que enviará al bulbo olfativo a través de las fibras nerviosas, y al cerebro, para identificar los diferentes olores.
El proceso olfativo se inicia cuando el aire junto con las moléculas de olor entra a través de nuestras fosas nasales. Cada olor está formado por muchos elementos químicos diferentes, que son acumulados por los receptores que mandan el impulso de su compuesto químico y en el bulbo es donde esta información se une para crear un olor, como el “olor de la fruta” o el “olor de un perfume” y de ahí, pasa a nuestro cerebro donde lo almacenamos para próximas ocasiones o para relacionarlo con ambientes, colores, formas, personas, objetos….
El sentido del olfato está muy relacionado con el sentido del gusto, por eso, cuando estamos resfriados y generamos mucha mucosidad, ésta bloquea los receptores olfativos y no deja que notemos los olores ni el gusto de la comida. Igual sucede cuando padecemos rinitis alérgica, cuando los cornetes se inflaman, tapan las fosas nasales e impiden que las moléculas químicas lleguen a los receptores. Aunque nuestro sentido del olfato es mucho más débil que el de muchos animales, nuestros estímulos químicos olfativos afectan de una manera muy específica a nuestro estado emocional y anímico, así por ejemplo, determinados olores con composiciones químicas concretas puede excitarnos sexualmente, otros los relacionamos con aspectos negativos y nos pueden hacer sentirnos tristes o enfadados, o un olor también puede incitar nuestro cerebro para que emanen emociones positivas y agradables.
Los aromas puros son un tratamiento natural y un complemento para ayudar a restablecer nuestro equilibrio y armonía.
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Los aceites esenciales poseen muchas propiedades que nos provocan estímulos y se convierten en un importante mecanismo de bienestar, actúan a través del olfato arreglando estados psíquicos emocionales y espirituales, el sentido del olfato está relacionado con nuestras emociones por estar directamente conectado con el cerebro donde se encuentra el centro de las emociones y también la zona de muchas actividades importantes de nuestro cuerpo, el sueño, la sensualidad, la sed, la memoria, etc.
Los aceites utilizados correctamente para aromaterapia no tienen contraindicaciones, de todos modos debemos tener en cuenta:
- No tragarlos
- No exceder la cantidad de gotas ni el tiempo de uso.
- No utilizar en el embarazo: albahaca, alcanfor, mejorana, mirra, clavo de olor, hisopo, enebro, cedro, salvia, romero.
- No poner en contacto directo con la piel: canela, clavo de olor, bergamota, canela, enebro, jengibre, limón, menta, pino, tomillo.
- No usar en caso de epilepsia: romero, salvia.
- No dejar ninguna esencia al alcance de los niños.
- No tomar sol después de usar sobre la piel: bergamota, pomelo, naranja, limón, cedrón, angélica.
JOSEP MASDEU BRUFAL
Naturópata
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