Publicado: 25/01/2015 - Actualizado: 30/09/2018
Autor: Josep Masdeu
Muchas veces me pregunto si cuidamos suficiente de nuestros hijos. La realidad en relación a las enfermedades que la sociedad padecemos es que estas aumentan en una proporción bastante elevada a pesar de los avances científicos para frenarlas. El cáncer aumenta y se prevé aún una subida del 75% hasta el año 2030. La enfermedad de Alzheimer, progresa a unos niveles que puede llegar a afectar a 250 millones de personas en el mismo periodo. La diabetes avanza y podría afectar a 300 millones de personas en todo el mundo en el mismo periodo. Todas estas son estimaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud) hechas en 2013. Otro factor que nos afecta es la baja fertilidad en los hombres y también son preocupantes los altos índices de obesidad de sobrepeso u obesidad, ya desde la infancia. Estos datos no son muy esperanzadores y nos indican que tenemos un serio problema sanitario.
Informando a nuestros hijos
Para controlar todas estas complicaciones, es fundamental la información, la que deben proporcionarnos desde el estado y estamentos sanitarios, así como la que debemos buscar por nuestros medios para controlar nuestro estilo de vida, comer mejor, controlando las medicaciones que a veces no son necesarias, fomentando la prevención y calidad de nuestro entorno.
Pero somos nosotros, los adultos los que inculcamos malos hábitos a nuestros hijos, ya desde pequeños. Los niños aprenden observando e imitando nuestro comportamiento y nuestras acciones y actualmente, estos no son los mejores para llevar una vida con plenas garantías de seguridad y control personal, a modo de simple ejemplo, carecemos o no dedicamos el tiempo preciso para elegir los alimentos, cocinar, sentarnos a la mesa, comer en familia, masticar adecuadamente para una buena digestión, etc.
El proceso para comer bien, requiere de la intervención de los sentidos. El primer órgano del apetito son los ojos, al ver la comida, preparan el estómago y estimulan las glándulas salivares y las papilas gustativas, que envían señales al cerebro para que elija los platos, las raciones, etc.
Si comemos mirando la televisión, o sin prestar atención a lo que comemos, perdemos el control de lo que comemos no percibimos el sabor de la comida y no somos conscientes de la cantidad de comida que tomamos.
La relación que establezcamos con la comida será la misma que establezcan nuestros hijos. Si ellos observan que comemos como distracción, o lo hacemos cuando estamos tristes o para sentirnos mejor, ellos acabaran haciendo lo mismo.
También, desde su nacimiento, acostumbramos a los más pequeños a estar delante del televisor, lo que con el tiempo, les hace ser dependientes de él. Y en relación a las comidas les priva de una convivencia y de conversaciones familiares tan necesarias para su desarrollo y relación.
Otra secuela que es negativa para ellos, en relación a la televisión, es que reciben continuos impactos publicitarios, muchos de los cuales les inducen a malos hábitos alimenticios, como refrescos, aperitivos, dulces y un consumismo para el que ellos no están preparados y esto les afecta negativamente.
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Casi la mitad de los menores de entre 6 y 9 años tienen sobrepeso. Y ello es debido a costumbres alimenticias incorrectas y al sedentarismo. Pasan una media de 3 horas al día sentados frente al televisor.
Enseñemos a nuestros hijos desde pequeños sobre sus sentimientos, ideas y opiniones hacia otras personas. Hablemos con ellos sobre estos contextos. Repitámosles los mensajes que queremos que aprendan. Reconozcamos y celebremos sus acciones de respeto. Y hagámosles saber y desaprobemos cuando expresan falta de respeto. Ayudémosles y enseñémosles a sentir respeto hacia diferencias y otras opciones.
De nosotros depende formar sus ideales pautas generales de su forma de ser, así como luchar por un futuro más saludable.
Costumbres o hábitos perjudiciales en los niños
Hay costumbres en los niños que cuando pasan un cierto tiempo y persisten, nos deben poner en alerta y hacernos intervenir.
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Por ejemplo, un niño que se hurga la nariz puede sentirse molesto porque se ha puesto un objeto en la nariz, o porque los residuos secos de un flujo nasal le pican y le duele.
Si se chupa el dedo puede sufrir ansiedad. Y aunque los hábitos NO suelen ser dañinos, si no los controlamos, pueden afectarles y dejar de ser una costumbre para pasar a ser un problema.
Si un niño se muerde las uñas habitualmente, puede tener infecciones. Y si se chupa los dedos, puede tener deformaciones en el paladar o dientes. Si es objeto de burlas en la escuela, o le cuesta hablar bien, estos “hábitos” son algo más que una simple costumbre.
La mayoría de los hábitos se pueden corregir, es muy importante ser decididos y explicarles con claridad como queremos que se comporte. No debemos regañarles en exceso o castigarles es contraproducente, es mejor animarles y recompensarlos cuando veamos que cambian su comportamiento.
¿Pensáis que esto es así, o lo veis demasiado exagerado?
JOSEP MASDEU BRUFAL
Naturópata
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