Publicado: 04/04/2010 - Actualizado: 12/10/2017
Autor: Josep Masdeu
Ser buenos padres no es fácil. Algunos días, el simple hecho de tener a toda la familia reunida, al mismo tiempo y en el mismo lugar, nos puede parecer como un “sueño imposible”. Entre las actividades que son cotidianas, los deportes, el trabajo, los recados y los viajes, no es de sorprender que casi la mitad de los padres, en una reciente encuesta, declararan sentir una falta de relación directa entre ellos y sus hijos.
Los hijos de hoy tienen más cosas que hacer que las que tenían los hijos de hace veinte años. Drogas, violencia, móviles, videojuegos, presión social, y agendas sobrecargadas, entre otros, son los encargados de poner un peso extra sobre sus espaldas.
De modo que, en medio de todo este caos, ¿cómo encontramos tiempo para hablar con ellos? Y lo más importante, ¿cómo hacemos para que ellos hablen con nosotros?
Consejos para lograr ser Buenos Padres
Algunas ideas que pueden sernos útiles para conseguir ser unos buenos padres:
- Comamos todos juntos (como hacíamos nosotros cuando éramos pequeños) al menos una vez al día. Las conversaciones fluyen con mayor facilidad alrededor de la mesa. Si en un principio encontramos dificultades para iniciar la conversación, pensemos en algunos temas antes de cada comida. Planifiquemos unas vacaciones familiares, dejando que cada uno diga dónde quisiera ir y qué quisiera hacer. Hablemos sobre hechos de actualidad, cosas que han pasado durante el día, sobre las últimas películas o acerca de los acontecimientos especiales que planean. Formulémosles preguntas de final abierto, de modo que se vean obligados a contestar con algo más que un sí o un no.
- Desconectemos el mundo exterior. Establezcamos un “tiempo familiar” cada noche y haz que todos apaguen sus teléfonos móviles, ordenadores y televisores. Puede que nuestros hijos, sobre todo si son adolescentes, se rían de esta práctica, pero en el fondo, seguramente, la disfrutarán, dejémonos que se acostumbren y la vean como algo cotidiano y normal. Utilicemos este tiempo para conectarnos los unos con los otros. Sea lo que sea, hagámoslo juntos.
- Al menos una vez por semana, preparemos una comida todos juntos como un pequeño evento familiar. Incluso hagámoslos participar para ayudar. Si la cocina es demasiado pequeña para todos, organicemos tareas correlativas para cada una de nosotros en la preparación de la comida. Durante estas actividades, la familia estrechará vínculos e incluso pueden ser los hijos quienes, naturalmente, comiencen a proponer temas de conversación. Y, si no es así, siempre podrás poner a rodar el balón contando las historias de las actividades que realizabas con nuestros padres –sus abuelos-.
- Haz que los hijos se sientan seguros al hablar con nosotros. Dejémosles saber que no nos enfadaremos ni les reprenderemos si cuentan sobre lo que está sucediendo. Si nos cuentan algo un poco fuera de lo normal, comentémoslo haciéndolos partícipes del porque hay un punto de desacuerdo que hay que corregir (excepto en emergencias y en situaciones peligrosas).
- Escuchemos lo que tienen que contar. Si estamos atareados o haciendo algo cuando van a hablarnos, dejemos por un momento lo que hagamos y atendámoslos con atención, ya que si no podrían darse por vencidos al ver que nuestra atención está puesta en otro lado. Démosles a nuestros hijos la misma atención que les damos a nuestros amigos y que ellos conocen como es. Siempre que nos hablen, prestémosles el 100% de atención.
- Asegurémonos de comprender lo que nos están contando. Escuchémoslos y hagámosles preguntas al respecto.
- Hagámosles saber que valoramos su compañía.
- Seamos pacientes y no esperemos resultados inmediatos y positivos al primer intento.
Sigamos intentándolo y aprenderemos que el arte de hablar con nuestros hijos; no es tan difícil como muchos dicen.
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